La leyenda de El lago encantado de Zirahuén
A 20 km de Pátzcuaro, en el centro del estado de Michoacán,
está Zirahuén, comunidad de artesanos y rica gastronomía. Su hermoso
lago homónimo en el corazón de la meseta purépecha, rodeado de sitios
ideales para el descanso y la recreación, la convierten en excelente
opción para pasar días inolvidables.
Zirahuén quiere decir espejo de los
dioses, significado que explica la leyenda. Tras la caída de
Tenochtitlán, entre los españoles recién llegados a Michoacán un capitán
quedó prendado de la princesa Eréndira –hija del rey purépecha
Tangaxoan–, a quien raptó y escondió en un precioso valle envuelto por
montañas. La bella mujer lloraba suplicando a sus dioses que la
salvaran; los dioses del día y la noche, Juriata y Járatanga, le
concedieron furia a sus lágrimas para con ellas formar un lago e
hicieron de sus pies una cola de pez; convertida en sirena se salvó del
sufrimiento y pudo huir de aquel extranjero. Los lugareños cuentan que
todavía vaga por esas aguas profundas y que a la víspera del amanecer
emerge para encantar a los hombres de mal corazón.
Otra versión señala que fue Eréndira
quien se enamoró de un gallardo hombre de un ejército enemigo al hallar
en él las cualidades de su estirpe, pues merecería su amor quien fuera
valiente y arrojado. Al enterarse, el rey prometió reconocerles el
derecho de amarse sólo tras una entrampada condición: el guerrero
tendría que pelear contra muchos otros caciques enemigos... Una vez
derrotados todos los reinos vecinos, el engaño se hizo evidente, el rey
exigía ser igualmente derrotado. La princesa, de pie entre ambos para
evitar el enfrentamiento, rogó a su amado que se fuera: “No quiero ser
la responsable de la muerte de ninguno de los dos. Si mi padre gana, te
pierdo para siempre. Si tú sales vencedor, no me casaría contigo”, dijo.
El joven tuvo que aceptar y ella, ante la tristeza por la pérdida del
amor y por la traición filial se entregó a un profundo llanto hasta
formar el lago con sus lágrimas. Gracias a los dioses sería convertida
en sirena para no morir ahogada y en adelante la mujer-pez se
convertiría en raptora ocasional de pescadores o pequeños navegantes por
confundirlos con su amor.
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